¿Generación sociópata?
Joaquin Estefanía (Madrid, 1951) es un economista (Univ. Complutense) del grupo Prisa y, junto con el periodista (Univ. de Navarra) Ignacio José (Iñaki) Gabilondo Pujol (San Sebastián, 1942), más dedicado a temas políticos, sociales, religiosos, la juventud, etc., etc. (el todo, vamos), han sido claves a la hora de fijar la narrativa socialdemócrata de nuestro país durante décadas. Debo decir que no suelo perder el tiempo con ambos personajes, más allá de lo estrictamente necesario para diagnosticar lo mal que va el invento que se intenta mantener a flote; además, ambos pertenecen a esa generación (1940-1961) que lleva el sistema a sus límites por hacerlo disfuncional, siendo conveniente su seguimiento.
El caso es que Estefanía ha escrito un libro: «Abuelo, ¿cómo habéis consentido esto?», cuyo título solo usaré (da para más) para ilustrar a la cohorte dueña del Poder (no al resto) a la que últimamente le ha dado por hacer tres cosas. Una, confesarse; lo del arrepentimiento (metanoia; meta, más allá, noia, mente; cambio de rumbo vital), pedir perdón y reparar el daño, nada de nada, que se trata de quedar bien para seguir en lo mismo. La segunda, saltarse una generación, que con la siguiente «ya no cuela»; conociéndoles, es para preocuparse. Y la tercera, porque te lo cuentan como si no hubieran sido causa principal y participes animosos del desastre que han producido; para colmo, una constante: creen que tienen capacidad de entender las causas de lo ocurrido, de explicarte lo que vendrá y, ya puestos, cómo afrontarlo, y por eso te lo cuentan, como antes con «lo otro» y así décadas con su «cuéntame» hasta en la sopa.
Huelga decir que no pienso leerme su libro, pero aún así, creo que hubiera sido mejor que le hubiera dado a su nieto el de Bruce Cannon, titulado: «Una generación de sociópatas: cómo los baby boomers traicionaron América«, que es lo que exploraremos hoy.
El comportamiento sociópata.
También llamado trastorno de personalidad antisocial, que simplificándolo sería una patología psiquiátrica que suele detectarse en adolescentes cuyo trastorno les hace evadir las normas establecidas a las que les imposible adaptarse y respetarlas, y no porque no las conozcan, simplemente porque, como si de una pulsión interna se tratara, van y las violan, incluso sabiendo que van a cometer crímenes gravísimos; casos extremos en política los encuentras en el nazismo y el comunismo.
Las normas establecidas no solamente son las leyes o la Moral, que siempre decimos es tema tabú en España (¿Coincidencia? No), sino que también se incluyen las elementales del saber, como criterios básicos y evidentes de gestión empresarial o de gobierno (presupuesto equilibrado, etc.). Así, cuando un país está gobernado por sociópatas, reinan las ideicas, la mentira y el robo, y se desemboca en el caos, cosa que exploramos la semana pasada; casos paradigmáticos de esto sería la Venezuela de Chávez y Maduro o la Grecia de Varoufakis (1961).
Los clichés y sus problemas.
«No hombre, estás exagerando» ¿Ah sí? A ver, además de los tres anteriores, díganme quién de los siguientes no la ha liado parda y/o ha tenido problemas con la justicia: Bill Clinton, Hillary Clinton, George Bush hijo, Donald Trump, Tony Blair, Gordon Brown, Sarkozy, Fillon, Hollande, Christine Lagarde, Barroso, Juncker, etc. De España: Felipe González, Aznar, Zapatero, Rajoy, Arturo Más, José Bono, Carod Rovira, Ibarretxe, Françesc Homs, Otegui, Cháves y Griñán o Luis Bárcenas y el equipo de Esperanza Aguirre, etc. Luego está el caso sectorial de los que destruyeron las cajas (o cierto banco zombi), una pandilla de sociópatas paletos que iban de cosmopolitas y que, además de las leyes, violaron todas las reglas imaginables de la buena gestión bancaria.
Denominar generaciones es un tema delicado en España, ya que el orden presente, que muere, viene de cuando, en sus comienzos, para simplificar y amarrar al rebaño, se fijaron, entre otras muchas cosas, clichés que aún persisten sobre, por ejemplo, los catalanes, los vascos y los andaluces, rojos y azules, etc., que así cada uno se ponía su grillete o se establecían jerarquías en el reparto. Obviamente, no todos los miembros de la generación de 1940-1961 son sociópatas y por eso, al tratar la crisis generacional española y estudiar sus cohortes, a los equivalentes de los baby boomers americanos preferimos llamarles «transicionistas», pues siempre están (no todos, repito) con su culto a aquello y venga a transicionar.
Todos conocemos miembros de esa generación, también llamada «generación langosta», que son justo lo contrario de un sociópata y pienso ahora en un caso, bastante conocido, de un pionero de la prensa en Internet, quién, tras su éxito excepcional en el sector, fue despojado de su obra por uno de sus congéneres. Guess who? (No le gusta que le nombren) De hecho, cuando se analiza la estrategia empresarial de muchos capitanes de empresa españoles de dicha generación, se ve claramente que se protegen de sus congéneres en el Poder, que es donde está la verdadera cepa de sociópatas; algunos «perecen» por ellos, como Manuel Pizarro (1951), cuya historia luego te la cuentan los colaboradores necesarios del «crimen».
Una generación desquiciada.
Más allá de si el sociópata tiende o no a no dejar de ser una adolescente, lo cierto es que al usar la teoría generacional nos fijamos en el período en que las generaciones forman su personalidad como adultos y, en el caso de los baby boomers americanos, eso ocurrió entre en lo que llamamos «el despertar», una fase del ciclo generacional en que, superada la crisis, un orden nuevo da unos resultados que hacen pensar a los más jóvenes que todo es posible, dejándonos tonterías sublimes y pirómanas del tipo: «se realista, pide lo imposible».
Lamentablemente, los «transicionistas» sociópatas, como son unos paletos, copian (mal) a Estados Unidos, donde dicho período (1961-1981) comienza marcado por el asesinato de Kennedy, magnicidio al que, como saben, siguen otros «menores», un trauma social al que hay que sumar la guerra de Vietnam, la revolución sexual, la fascinación por religiones alternativas, las drogas, el rollo paleto sublimado y pirómano de la contra-cultura, la Guerra Fría, el peligro de holocausto nuclear, toda la manipulación de y desde la ONU y otras instituciones internacionales, el mundialismo utópico (hoy globalismo de amiguetes), la explosión de la criminalidad urbana, etc.
La parte buena y sus fantasías.
También tuvo cosas muy positivas aquél período de formación para ellos, desde los derechos civiles hasta la mejora de la condición de la mujer, entre muchas otras (viajes a la luna, etc.) y que, en lo económico, coincidió parcialmente con el mejor momento del ciclo largo (1949-1967), la llamada primavera económica; por ello, cuando uno oye a Trump hablar de infraestructuras, no puede dejar de recordar los interesantes documentales de King Rose sobre las autopistas interestatales, por ejemplo.
Nuestros sociópatas fantasean continuamente con que ese período primaveral volverá porque sí, sin ver ni entender sus causas del mismo, así que hay margen para más inventos y más robos. Tras ese período vino la fase inflacionaria (1967-1982) y creen que fue causada por el petróleo (craso error, lo vimos), de ahí les vienen las fantasías energéticas ruinosas, con su fobia nuclear, Palomares, etc. y, ya de paso, pillan de «lo público».
Por otro lado, el proceso en España fue distinto, que partimos desde una situación mucho más pobre cultural y económicamente, menos urbanizada, etc. y no repetiré lo dicho en «Economía generacional española«, donde fijo los puntos de inflexión del ciclo generacional, sino que pondré un ejemplo: una entrevista televisada (son obsesos de la tele y de «educarnos» en lo mucho que «saben») entre Pepe Bono y Bertin Osborne (ambos «transicionistas») donde , en el casoplón (pisitofilia) de Bono, éste le cuenta a Bertín que de pequeño pensaba que el papel sanitario era para máquinas de cálculo o que los coches eran algo excepcional en la España de su infancia; fue como si dijera: mira mi heredad y cuanto hemos hecho progresar a los españoles (¡¿?!), que si la Transición, el destape y más «cuéntame». En fin, el rollo típico de los socialdemócratas en el Poder.
¿Sociópatas o transicionistas?
Unos de los temas que determinarán la respuesta a dicha pregunta será el de las pensiones, pues el cálculo les favorece pero su pago se hace imposible, tal y como ellos mismos han dejado el país. ¿Cómo lo resuelven? Pasando el muerto (otro) a la anterior generación (Reformista, ver gráfica anterior), que poco o nada tiene que ver con el desastre, y a las posteriores (Generación Tesla y Generación Millenial) al pagarlas vía presupuesto y deuda pública. No extraña pues, que cuando en 2010 propusimos corregir eso se ignorará (insultos y difamaciones de sociópatas aparte) totalmente nuestra propuesta, que de lo que se trata es de hacer más trampas a la contabilidad.
El otro tema definitorio será la imposición de sus sucesores políticos (Pablo Iglesias, Junqueras-Puigdemont, Rivera, Sáenz de Santamaría, Pedro Sánchez, Susana Díaz, etc.) para perpetuar la casta según su invento socialdemócrata, que ni es social ni es demócrata, sino una oligarquía de partidos estatales sociópata y todo, gracias al sistema electoral proporcional de listas de partidos, ese invento europeo tan útil a los americanos para evitar el fascismo y el comunismo en Europa que fijó el orden europeo actual.
Por si fuera poco y, siendo como son, amos de los grandes medios de comunicación públicos y privados, a la hora de canalizar el voto, atemorizan a los mayores (Reformistas) y engañan a los jóvenes (carne de cañón), quienes al parecer les compran su mercancía averiada; en medio, los paganos de su orden sociópata, la generación perdida (Generación X o Generación Tesla) que, con su inacción, además de padecer la competencia de la inmigración sin control que lanzó el ministro Caldera (1957), se garantizan una vejez miserable.
No será fácil que los baby boomers, nuestros «transicionistras», pasen a la historia con un buen nombre, pues han disfrutado de las mejores oportunidades materiales y culturales desde que Occidente existe y lo dejan en una situación lamentable. Puede que dicha mala fama sea injusta para muchos de sus miembros, pero así va esto, como bien sabemos los que somos víctimas de sus sociópatas y no disfrutamos de sus oportunidades, o los millones de personas a las que les han arruinado sus vidas con sus psicopatías políticas. A todo esto, ¿ustedes como la calificarían?
© Luis Riestra Delgado, 7/5/2017. Publicado en Voz Pópuli con el título «¿Generación sociópata?».
Muy estimado señor mío.
Como el articulo empieza por las generaciones de esta España nuestra le diré que soy un hombre de 32 años que solo alcanzaba a olisquear el hedor de todo lo que cuenta usted en este blog.
Llevo unas semanas leyendo sus artículos y me ha abierto un mundo nuevo que solo era capaz de intuir.
No sé como agradecerle que vuelque aquí sus conocimientos y su experiencia para que los que venimos detrás sepamos a qué atenernos.
Me encantaría, si no es mucho abusar de su persona, que ya que estamos hablando del infame «Iñaki» Gabilondo, hiciese usted una entrada del 11-M.
Un afectuoso saludo.
Gracias por sus amables palabras. Me alegra que mi trabajo le sea útil.
Para mi, la hipótesis más válida del 11M es que fue hecho por los servicios secretos de Francia y Marruecos para romper la alianza de España con los angloamericanos. No lo puedo probar, pero es la más lógica.
A España le interesa una alianza con una potencia marítima alejada del continente y a Francia no le interesa perder su hegemonía regional. Así de simple. Lo más detestable no es el comportamiento de Francia y Marruecos (nuestro peligro existencial), sino el comportamiento de la partitocracia que nos ha vendido al mejor postor; ya lo decía García-Trevijano: «son todos unos traidores».
Saludos y Suerte.
Luis Riestra