El pasado 6 de enero (de 2021), mientras en La Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos decidía si validaba, o no, los votos del Colegio Electoral (y los alternativos) que deciden quiénes serán el Presidente y Vice Presidente de los Estado Unidos para los próximos cuatro años, un grupo de supuestos seguidores de Trump conseguían entrar en el Congreso con extremada y sospechosa facilidad, obligando a la suspensión del debate y a la evacuación de los legisladores, agravando una crisis histórica que se precipita de manera sorprendente y a una velocidad de vértigo.
Los hechos relatados debemos enmarcarlos en la lucha de poder entre Biden, candidato del Establishment globalista, y Donald Trump, defensor del América Primero, de las fronteras seguras y la inmigración legal, del mínimo intervencionismo bélico exterior, de la reciprocidad comercial, de la protección de la propiedad intelectual y de la necesidad de una Nueva Pax Americana. Como saben, Trump no ha concedido el resultado electoral por fraudulento, una conclusión a la que también llegan el 47% de los estadounidenses según una encuesta de Rasmussen Reports; su opción es que se rechacen esos votos en liza, dado el fraude, o que los congresos estatales los certifiquen, como dice la Constitución y alguna de ellas quiere hacerlo.
Así que, conocidas las malas artes de los políticos, lo rocambolesco y oportuno del asalto, las prisas en legitimar a Biden y en que no se audite bien el resultado, como pide el senador Cruz según antecedentes, se ha propiciado una crisis de implicaciones globales que es mucho más seria de lo que parece, ya que lo que está en juego es la Libertad Política de los estadounidenses, un derecho natural sin el cual no existen ni su federación, ni su república constitucional, ni los mismos Estados Unidos. Por todo ello, hoy exploraremos con cierto detenimiento la que parece la primera gran crisis del siglo XXI.
Crisis existencial.
Estamos pues ante un trance que, para los que seguimos la Teoría Generacional, nos es bastante familiar, aunque la forma en que se ha producido ha sido del todo inesperada. Según esa teoría, más o menos cada cien años, un orden y un pensamiento (o zeitgeist) dominantes, manipulados por un Establishment que cree que puede controlarlos para explotar al territorio y a sus habitantes, se vuelven disfuncionales y ponen en peligro la existencia propia de la nación. De cómo las naciones resuelvan dichas crisis, o hagan un «reset», o «reinicio» nacional, dependerá su supervivencia o no; los últimos cinco casos del orden europeo los exploramos en «España y la crisis secular europea«.
Además, esta crisis secular estadounidense viene a coincidir con la promoción por parte del Foro Económico Mundial (Davos), quintaesencia del Establishment global y globalista, de lo que llaman «El Gran Reset», que es un conjunto de ideas peregrinas, como «no tendrás nada pero serás feliz«, en las que Estados Unidos (padre del engendro) será simplemente una Estado más entre muchos. Su modelo global me recuerda en algunas cosas a la Compañía Británica de las Indias Orientales, solo que en vez de explotar la India, lo harían con el Planeta como señores y señoritos plutócratas filántropos. Amos y vasallos.
También coincide esta crisis existencial con la pandemia del virus chino, con las sociedades en estado de sitio (excepción, etc.) o cerradas parcialmente, con las redes sociales ejerciendo una censura intolerable, con el gobierno estadounidense sufriendo un hackeo exterior muy potente, con unos «Mass Media» globales que, tras cuatro años de guerra y groserías contra Trump, dicen que el golpista es él y sacan de contexto fracciones de conversaciones grabadas mientras siguen ocultando el fraude o los negocietes de los Biden (¿encubrimiento?), con la infiltración del PCCh en las empresas occidentales, con intereses chinos en empresas de recuento de votos, con la ONU declarando una emergencia climática para promover los planes de Davos, con las medidas iliberales de Sanchez y Mr. Moño y con un sin fin de imposiciones globales que hacen concluir a muchos que quieren llevarnos a lo que Cédric Durand llama tecno-feudalismo, opción terrible para países con una enorme servidumbre voluntaria, como es España. ¿Podrá Estados Unidos con semejante tsunami?
Poder y legitimidad.
En las instituciones globales y en Europa Continental suele ser común que su oligarquía partitocrática acuda a fuentes de legitimidad no democráticas, como puede ser el resultado de una guerra (SGM, Guerra Civil, etc.), el supremacismo ideológico (europeísmo, socialismo, nacionalismo identitario, etc.), de cátedra (de ahí tanta falsificación de títulos, plagios, etc.), de parentesco (todos con abuelo, ZPI, ZPII, Mr. Moño, Casado y antes Rajoy, Aznar, los Pujol, etc. ahora el hijo de Cascos), del exterior (internacionales varias; visitas a Merkel, UE, ONU, etc.) o incluso, con el Papa Francisco, las religiosas, para que creamos que son buenitos; luego aquí está la llamada «legitimidad republicana», basada en un engendro que no fue democrático y donde la «izquierda» también hizo fraude electoral.
En Estados Unidos es distinto y allí la legitimidad política tiene unas raíces muy profundas ancladas en su credo fundacional, sobre todo de origen religioso (lo vimos en «El experimento Filadelfia»), pero también filosófico, que cimenta la nación americana. Me refiero a que, en su tradición, si Dios creó al hombre libre, para que un gobierno sea legítimo, éste debe ser elegido por los ciudadanos, ya sea directamente o a través de representantes elegidos directamente por el pueblo. Eso es la Libertad Política y es el principio que fundamenta su Declaración de Independencia. Por supuesto que no hace falta ser creyente para concluir eso pero, sin duda, en los pueblos que tienen dicha raíz religiosa la soberanía popular es más fuerte.
Libertad mediatizada.
En España no es así, pues aquí nos imponen un sistema electoral no representativo, mientras que allí (aún) hay una Democracia Formal y ahora, aunque los Mass Media lo oculten, los representantes están siendo acosados por los ciudadanos para obligarles a aclarar el fraude electoral y haciendo que todos se retraten. En contraste, los españoles tenemos libertad casi para todo menos para elegir representantes, no sea que renazca el Liberalismo político y, ya saben, «no taxation without representation«, como reza uno de los lemas de los independentistas estadounidenses.
Suele ocurrir, cuando se debate de la Libertad Política, que quienes la acaparan, dan al resto toda una serie de argumentos para limitar la Libertad con salidas ramplonas del tipo «y a mí me gustaría volar» o cosas parecidas. Ya, obviamente, la Libertad tiene limitaciones y debe ser ejercida con responsabilidad, pero cuando se trata de la Libertad Política, de elegir o quitar al gobierno, ya sea directamente o a través de representantes, solo hace falta el DNI y cualquier otra trampa, como el sistema electoral proporcional de listas, o un fraude, solo llevan al enfrentamiento civil y allí, además, tienen derecho a levantar una milicia.
Luego, también es común, también entre «conservadores» (¿de qué?), decir que el ciudadano medio no está capacitado para decidir sobre temas complejos de gobierno, algo que, dicho así, parece razonable, pero que es otra trampa más para que una camarilla mangonee nuestras vidas. La realidad es que el ciudadano no va a hacer eso, sino que elegirá representantes para que lo hagan, algo para lo que está perfectamente capacitado, salvo que se deje envilecer desde el Poder. Curiosamente, Annie Besant, una de las musas y fundadoras del Progresismo (no confundir con la izquierda), decía cosas muy parecidas, cuando en su libro «El Socialismo futuro«, profetizaba un globalismo en que estaríamos gobernados por una aristocracia socialista donde los votos de los ciudadanos no cuenten; porque el Progresismo», que no tiene nada que ver con el Progreso, sino con ir progresivamente a eso y, en ese afán, las naciones y su Libertad Política son un obstáculo a batir.
¿Morirá EE.UU.?
¿Y si aparece legitimado en las urnas un enemigo del Progresismo, qué harán, una pinza con «conservadores» (del tipo Bush y Cía.), acosándole mediáticamente, intentando un impeachment fake y, si hace falta, un fraude electoral, encubriéndolo todo con basura mediática? ¿Dónde quedará la Libertad Política en otros países si EE.UU. muere? ¿Y en España, son Sánchez y Casado (hoy Feijóo), como el resto del «Casting Socialdemócrata«, con sus curriculums falsos, una pinza contra la Libertad Política de los españoles, el equivalente local para destruir España?¿Y ante esto, «es Felipe VI un patriota«?¿De verdad cree el Establishment español que nuestra partitocracia es salvable y el Progresismo eterno?
La primera respuesta a esas preguntas se conocerá con cómo se decida la Presidencia de Estados Unidos y lo previsible no da mucho margen a la tranquilidad. Uno de los personajes clave en el resultado es el senador republicano Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, casado en segundas nupcias con la china-americana Elaine Chao, hija de un magnate del transporte marítimo con conflictos de intereses y cuya biografía es un excelente ejemplo de cómo va el Establishment allí; por supuesto, Mitch McConnell es un ferviente defensor del triunfo de Biden y de que las elecciones fueron limpias.
Muerte del Progresismo.
De modo que, si no se consigue forzar la auditoría del senador Cruz y/o que las asambleas estatales de estados en disputa elijan compromisarios, tendremos a Biden, un presidente senil y deslegitimado, no habrá acciones de los antifas y, lógicamente, Trump (como su movimiento) hará lo que cualquiera que pensara que le han robado las elecciones: no aceptará la victoria de Biden, ni asistirá a su juramentación, organizará un acto alternativo y le hará oposición durante todo su mandato y, si piensa presentarse en 2024, intentará un sistema de recuento limpio; mientras, los Mass Media harán como que no cuenta ridiculizándole a él y sus seguidores. Por supuesto, los votantes que lo consideren castigaran a sus respectivos representantes (estatales, nacionales, locales), salvo que no consigan corregir el sistema de conteo amañado, claro. El Establishment, ya impune, hará como que dichos ciudadanos no existen, a ver si se cansan, y continuará, junto con su ejército de parásitos y propagandistas, con su obsceno enriquecimiento a costa de las naciones de Occidente y en beneficio de China y el Islam.
Pero, a diferencia de Europa, donde el sujeto constituyente está muy dañado y algunas de sus naciones seguirán un ciclo de desaparición a la libanesa, en Estados Unidos aún hay fibra moral para la Libertad Política; además, aunque la lucha sea larga, el Progresismo ya está muy degenerado y sus errores y delirios irán in crescendo. Por eso y porque donde más daño hará es en Europa, otro día exploraremos de dónde viene y cómo evitar ese «reset» o reinicio de los progresistas, porque a lo que nos empuja la apresurada opción Biden es a un «formateo», como el que se hace a los discos duros que no tienen más que disfunciones. Feliz año 2021.
© Luis Riestra Delgado, 1/1/2021. Publicado en Voz Pópuli.
Estado Unidos y la muerte del Progresismo (y II).
En una ocasión anterior vimos que, como consecuencia de la lucha de poder entre globalistas y americanistas, Estados Unidos había entrado en una crisis existencial al cuestionarse la Libertad Política de sus ciudadanos, que es aquella que les permite elegir o quitar a su Gobierno, ya sea directamente o a través de representantes. Recordemos que la eliminación de la Libertad Política es precisamente uno de los objetivos del Progresismo y del Globalismo y que, de momento, han conseguido despachar, de mala manera, al outsider Donald Trump, pero la lucha sigue.
Progresión de errores.
También decíamos que el grupo hegemónico, los globalistas, producto de su degeneración secular, seguirían cometiendo errores que agudizarían dicha crisis. Así ha sido: no han auditado el fraude de las elecciones, han manipulado el «golpe» más cutre que se recuerde, endosándoselo a Trump, y una especie de cártel de monopolios (algo inédito) ha mantenido incomunicado al presidente, al tiempo que hacían una especie de purga de sus seguidores, censurando en redes sociales (un ejemplo) y tirando abajo una de las únicas y liliputienses plataformas alternativas disponibles, mientras los grandes medios de comunicación culminaban sus cuatro años de parcialidad, mala educación y deshonestidad informativa (un ejemplo de muchos) con otro chaparrón de desinformación.
No contentos con eso, algunas empresas, entre las que destaca ese banco cuyo valor nominal de las acciones se ha dividido casi entre 13 desde 2009, el Deutsche Bank, se apunta al bombardeo contra Trump, asestándole una segunda ronda del boicot que sufre de sus negocios desde que ganó las elecciones. Ante todo lo anterior, Trump responde con un muy buen discurso de despedida.
Conspiración progresista.
Por si fuera poco, cuando intentas analizar los hechos y las relaciones causa-efecto, siempre aparece alguno acusándote de comspiranoico, trampa que aprovecho para aclarar semejante infundio. Yo no sigo la Teoría Conspirativa de la Historia, entre otras cosas porque la conozco bastante bien, lo cual no quita que sea entretenida y útil para detectar a dos tipos de individuos: los que la conocen y la utilizan parcialmente para fomentar la animadversión contra ciertos grupos, y el otro, el de los tontos útiles marionetas de los primeros.
Por supuesto que las conspiraciones existen (las hay delictivas) y cada uno es muy libre de creer, o no, que Oswald mató en solitario a Kennedy con una escopeta de feria o las conclusiones de la «Comisión Warren», o que el Estado Profundo no existe, que el Establishment es un invento, que es normal (o no) que todos los jefes de las Big Tech sean progres y que no hace falta una Carta de Derechos Digitales porque no son monopolio al no tener el 100% del mercado y que la manipulación algorítmica no existe. Lo que ocurre es que, con o sin conspiración, mi explicación de la crisis existencial de Estados Unidos la encuentro en la Teoría Generacional y en la Teoría Pura de la Democracia, principalmente. Veámosla.
Cambio de orden.
La Teoría Generacional nos dice que cada cien años, más o menos, la propia existencia de la nación está en peligro por un orden y un pensamiento dominantes que se vuelven disfuncionales y un Establishment que cree que puede controlarlos. Ha habido cambios de orden fallidos, como el fascismo italiano o el nazismo alemán, que ocurrieron gracias a un sistema electoral de listas como el nuestro, o la Segunda República española que usó listas de otro tipo; luego hay casos de éxito como la Rusia actual, lo vimos, o el neo-otomanismo de Erdogán, que también vimos.
El orden actual en Estados Unidos es socialdemócrata y el pensamiento dominante (no necesariamente mayoritario), o zeitgeist, es progresista, y fue implantado por F.D. Roosevelt tras el crack de 1929, expandiéndolo al resto del mundo tras la Segunda Guerra Mundial. El anterior, a nivel global, era un orden imperial y el zeitgeist era liberal; ambos, orden y zeitgeist, fueron liderados por Gran Bretaña tras las Guerras Napoleónicas y cayeron con la primera guerra mundial. Francia y Reino Unido se resistieron al cambio, poniendo las cosas peor, hasta que un patadón nazi echara abajo todo un parapeto disfuncional.
Por supuesto que el liberalismo e imperialismo no eran iguales en todas partes, pero lo cierto es que, como acertadamente apunta Dalmacio Negro, una verdadera aristocracia (gobierno de los mejores, noblesse oblige) británica, tras la Revolución Americana y Revolución Francesa, entendió que la Libertad Política producía la mejor gestión de la «res publica«. El objetivo final era que, mediante la educación, se llegara al sufragio universal, cosa que horrorizaba a los conservadores (del Antiguo Régimen), y, mediante el libre comercio y su potencia económica, alcanzar el equilibrio de imperios. Gran Bretaña fomentó el Liberalismo y el Imperialismo en el mundo, como haría la Pax Americana con la Socialdemocracia y el Progresismo.
Pensamiento «progresista».
El motor principal de este credo viene de la Sociedad Fabiana, donde el Progresismo no viene de Progreso, sino de ir progresivamente al Socialismo, momento en que gobernará una aristocracia socialista y en que los votos no cuenten (Annie Besant dixit) En aquella sociedad, cuyo estandarte fue un lobo con piel de cordero (lo quitaron recientemente), se dieron cita desde videntes e iluminados, que contactaban espíritus y arcontes celestes, hasta intelectuales de gran talla, como Bernard Shaw o H.G. Wells, e incluso fundaron la London School of Economics, el Partido Laborista y de gran influencia en la Escuela de Frankfurt. Hoy los talentos huyen del Progresismo.
Nacida en un tiempo en que el Evolucionismo y el Maltusianismo dominaban parte importante del debate, se creía que un mundo superpoblado y sin recursos estaba condenado a guerras de exterminio, pero la Sociedad evolucionaría hacia el Socialismo, la Eugenesia y la educación progre (no para la Libertad Política) traería la paz y la felicidad. Imagina-imagine que no hay Cielo ni Infierno, ni posesiones, ni hambre, ni guerras, ni países y el mundo será uno solo; no tendrás nada pero serás feliz. ¡Que viva Davos y el tecno-feudalismo!
De Roosevelt a Greta.
Los progresistas tuvieron su oportunidad tras los horrores de la Primera Guerra Mundial y de inmediato se colocaron como solucionadores de problemas, que para eso se habían trabajado el tema con el padre del credo geopolítico actual, Halford MacKinder (lo vimos en «El Progresismo y sus trampantojos«), un político conservador británico que veía a la Democracia como irrealista y proponía sustituirla por «organizadores» (los tecnócratas y partitócratas actuales). «Dame pan y llámame tonto».
En Estados Unidos fue diferente y el orden liberal se cayó con el crack del 29 y la subsiguiente Gran Depresión, aunque tuvo la oportunidad de reformarse con el Partido Progresista (este sí, de Progreso) de Teddy Roosevelt, si no lo hubiera laminado el Establishment de entonces. El «reset» lo aprovechó F.D. Roosevelt, que vino con progresistas como el espiritista Wallace, quien llegó a vicepresidente y lo sacaron por su maridaje con la URSS. Impulsaron un plan copiado de las reformas liberales británicas, en legislación sobre salud y paro y sobre pensiones, de Asquith, Lloyd George, Churchill, etc., que aumentó el peso presupuestario de las cotizaciones sociales como nunca antes (área morada, siguiente gráfica)
Posteriormente, por las políticas progresistas y de estímulo y el esfuerzo de guerra, se sube el impuesto federal sobre la renta y saquean a los pobres (cargas sociales aparte); así, uno que cobrara 20.000$ al año, en poder adquisitivo de 2011, pasó de pagar el 5% en 1932 (línea azul, siguiente gráfica) al 21% en 1946 (línea roja) en impuestos federales, luego hay otros; dicha evolución la vimos en detalle en «Impuestos y ciclo largo«.
A esas enormes apropiaciones ha de añadirse el masivo endeudamiento federal (casi 100% del PIB) para construir un gigantesco Estado Federal, el Complejo Militar Industrial (también lo vimos), el Estado Profundo actual y, con el 40% del PIB mundial, la Pax Americana, colocando a agentes del Progresismo y del orden actual, una hidra llena ya de flipados que se ha vuelto un fin en sí mismo y que, con su ejército de parásitos y dinastías de inútiles que viven del cuento, está destruyendo a las naciones, empezando por la estadounidense. Con decirles que en el Distrito de Columbia, donde está la capital, el Gobierno y muchas de sus incontables (casi literalmente) agencias (ver lista), Trump solo obtuvo el 5,45% de los votos y Biden el 93%; en Washington no pasa nada sin consentimiento del Progresismo.
Herida abierta.
En Estados Unidos, todo descubrimiento o avance tecnológico de agencias federales y similares (ver lista) que no afecte a la seguridad nacional, debe ponerse a disposición del público. Cosa que está bien pero, ¿por qué todos los jefazos de las «Big Tech» son progres? Casualidad no es y, en la expansión del ciclo largo económico, del «Orden Mundial, la Pax Americana y del comercio internacional«, mediante toda forma de clientelismos, la Socialdemocracia y el Progresismo buscan perpetuarse a sí mismos, por encima de naciones e individuos depredando lo que haga falta.
Ante ese expolio, cerraron en falso el debate sobre fraude electoral, a pesar de que el 47% de los estadounidenses cree que lo hubo, según una encuesta de Rasmussen Reports, agencia que, en mi experiencia, mejor ha estimado los resultados electorales en los últimos veinte años. No contentos con eso, Biden promete papeles de forma inmediata para 11 millones de ilegales, que es otra especie de fraude electoral, que ha destrozado estados como California y muy usada por el Progresismo en la UE. Además quieren hacer un impeachment inconstitucional para inhabilitar a Trump como candidato, cuando mantiene casi inalterado su apoyo, un outsider que intentaba un cambio pacífico, aunque ruidoso. ¿Qué quieren, una guerra civil?
El cuarto giro.
Que es como se denomina al proceso de cambio de ciclo generacional y donde mueren el orden y pensamiento dominantes, hoy Socialdemocracia y Progresismo. Lamentablemente, al manipular el Establishment la Libertad Política, se ha cerrado la puerta a un cambio civilizado, agudizando la crisis existencial de Estados Unidos quienes, centrados en su crisis, no podrán ocuparse de resolver problemas externos, dejando a la UE, hija de la Pax Americana, en muy mala situación; se adelanta pues lo que vimos en «El interés de España y la Nueva Pax Americana«.
Biden, que se presenta en plan F.D. Roosevelt pero está más cerca de ZP, viene con un plan progresista radical, verde para ponerse morado, como aquí, con mucho bombo globalista y un paquete de estímulo (¿a quién?) próximo al 10% del PIB. Tiene garantizadas por dos años, hasta las próximas «elecciones» de mitad de mandato, las mayorías necesarias para hacer casi lo que quiera, pero dado el desquiciamiento y las ansias de enriquecimiento del Progresismo, el cambio ya no será tranquilo. Señores, con Biden, el Cuarto Giro ha comenzado de verdad y no lo podrán parar con su tecno-gulag. «Amen and a woman«.
© Luis Riestra Delgado,18/1/2021. Publicado en Voz Pópuli.